lunes, 9 de mayo de 2011

Lo que no te mata, hace que quieras morir.

Le miró a los ojos fijamente, estaba cagada de miedo, pero él, sólo él, tenía confianza en ella.
- Soy una puta cobarde, joder. - quería lanzarse, y decirle a ese chico, el jugador de fútbol más alto, más guapo y más cínico que ha existido en la historia, que estaba coladita por sus huesos, que perdía las horas mirándolo en clase, y que acudía a todos sus partidos, pasara lo que pasara.
- Vamos, tú puedes, no seas idiota. - Él, su amigo, para ella sólo su amigo, llevaba enamorado de ella, desde que tiene uso de la memoria, desde siempre quiso decirle que le encantaba reír con ella, caminar por la calle hacia el colegio, o ir en bicicleta por un sendero hasta las afueras. Para él, ella lo era todo, y la estaba dejando marchar.- Mira, ¿sabes qué tienen en común un héroe y un cobarde?
- No, ¿qué?- se detuvo pensativa, y miró a los ojos del chico.
- El miedo. Ambos lo tienen, pero el héroe, sabe que, si lo derrota, conseguirá lo que se proponga, y el cobarde sólo se aferra a eso, al miedo. Sé que no eres una cobarde, sé que eres capaz de enfrentarte al miedo que tienes, sé que eres una auténtica heroína. 
- ¡¡Gracias, gracias, gracias!! Eres el mejor, y no sé qué haría sin ti.-Se alejó corriendo, a entregar su corazón a la persona equivocada.
- Soy un cobarde. - murmuró entre dientes, con el corazón roto. Le había lanzado en manos de un gilipuertas, y él sabía que le podía hacer mucho más feliz que ese idiota. Él le entregaría todo, aunque ella no lo pidiese. Y no hizo nada.



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