miércoles, 30 de marzo de 2011

Viejas heridas y rock 'n Roll.

Puso la radio en su móvil, sonaba una vieja canción de los Rolling Stone: As Years Go By.
Encendió otro fortuna más, llevaba ya en lo que iba de día medio paquete por lo menos.
Estaba nerviosa, después de tanto tiempo, volvía a su ciudad. Volvía a Ciudad Real.
Había cambiado bastante: volvía a tener su color rubio natural, después de habérselo dejado crecer tras su locura de teñirse el pelo de rojo escarlata; tenía la piel apenas un tono más bronceada que antes, seguía con ese blanco casi nuclear que le caracterizaba. El rostro, ah...ese rostro ya no era el de la niña inocente que solía ser, habían pasado seis años, y la niñez se había esfumado por completo. ¿Y qué me dices de sus ojos? Sus ojos azules, a veces verdes, según le miraras habían cambiado, parecían más serios y maduros, pero, aún conservaban ese fuego interior que solían tener, y la mancha marrón de su ojo izquierdo, había crecido, y casi ocupaba la mitad de su ojo. Siempre se caracterizó por una mirada peculiar.
En todo este tiempo, adelgazó bastante, y consiguió tener la figura delgada que siempre quiso, -no es que antes estuviera gorda, ni mucho menos- pero, ¿a quién no le sobran unos "kilitos"?

El taxi paró en su puerta, ella bajó, con sus maletas y con su pasado a cuestas, y montó en ese viejo y destartalado cacharro.
Olía a puro, y a ambientador de pino barato. Del retrovisor colgada una estampa de La Virgen del Rosario. Típico.
- ¿A dónde la llevo señorita?
- A Atocha, por favor.
- Ahora mismo. - respondió con entusiasmo, está claro que iría por el camino más largo. Eso siempre contentaba a los taxistas.

Amelia miró a través del cristal: contemplaba su antiguo barrio, su paisaje y respiraba por última vez su aire cargado de polución.

-¿Y a dónde va?-preguntó curioso, el taxista desaliñado.
- A mi vieja ciudad, a Ciudad Real.
- ¡Vaya! Castellano manchega ¿eh?
- Claro. -Respondió con una leve sonrisa, más bien de educación que de entusiasmo.
- Ya falta poco, en seguida llegamos.


Unos minutos más tarde, ya se encontraba en la estación Atocha de Madrid. Le encantaba esa estación, por el estanque lleno de tortugas que había, era tan grande, y extraño. Agradaba bastante verlo.
Las 11.45. Quedaba un cuarto de hora para que saliese su tren.
Pasó por la puerta de embarque, sacó el billete, -de ida, sólo de ida- y se lo entregó a la azafata, que sonrió complaciente:
- Coche tres, gracias.

Subió las escaleras mecánicas, y andó por el andén, hacia donde indicaba que se colocaría el coche tres.
El cielo estaba gris, como a ella le gustaba

Contempló las vías, parecían infinitas. Giró la cabeza a ambos lados, había tanta gente...y toda parecía impaciente, ocupada e interesante. Casi igual que ella.
No tardó de llegar su tren. Esperó a que parase, y subió en el coche tres, como se lo habían indicado.
Buscó su asiento, con cierta dificultad, los pasillos eran estrechos, y sus maletas, bastante grandes, pero, logró llegar hasta el asiento 12B.

Se sentó, y pensó en su nuevo futuro, en su vieja Ciudad.


 Recomendaciones musicales:

No hay comentarios:

Publicar un comentario